Las piscinas son una de las mayores atracciones del verano. Extender la toalla para tumbarse en el césped a tomar el sol y luego darse un chapuzón refrescante es una de las experiencias que esperamos con ganas durante todo el año. Sin embargo, no está exenta de riesgos y, por eso, no está de más que tomemos precauciones.
Aunque las leyes sobre piscinas comunitarias en las urbanizaciones cambian según la Comunidad Autónoma, hay varios asuntos importantes a tener en cuenta y que son comunes a todas las normativas, como la necesidad de cumplir con unas mínimas exigencias de salubridad, asegurarse de que el PH del agua o los niveles de cloro son los adecuados y velar por una adecuada conservación de la piscina.
También es importante mantener el recinto y las instalaciones en condiciones adecuadas para evitar accidentes y asegurarse de que los
elementos de seguridad como cubiertas, vallas o alarmas están en buen estado.
No está de más tener un botiquín con lo más básico previsto, porque no sería la primera vez que alguien sufre una insolación, alguna quemadura o cortes por cristales, ya que a veces la gente se olvida de recoger los vasos y botellas del césped.
Tristemente, todos los veranos hay que lamentar casos de personas ahogadas, en su mayor parte niños pequeños, que por algún descuido han resbalado, tropezado y luego caído a la piscina y la mayor parte de esos casos, podrían haberse evitado.
Por eso es muy importante valorar la necesidad de contratar a un socorrista cuando se supera un número determinado de vecinos o según el tamaño y profundidad de la piscina, colocar vallas para que los más pequeños no se acerquen a las zonas donde más cubre o tener salvavidas o flotadores a mano por si surge la necesidad